piratas zombies



La noche de los piratas muertos


La luna llena brillaba sobre el mar, iluminando las olas y las nubes rojizas. Las estrellas brillaban intensamente, y el vapor blanco y negro se elevaba de la superficie del agua.

En medio de esta escena, un barco pirata se acercaba a la costa. El barco estaba en mal estado, con la madera podrida y la vela rasgada. La tripulación estaba formada por piratas muertos vivientes, con sus ojos hundidos y sus dientes afilados.

El barco atracó en la costa, y los piratas muertos desembarcaron. Caminaron hacia el interior de la isla, sus pasos resonando en la oscuridad.

En una pequeña aldea cercana, los habitantes dormían profundamente. De repente, fueron despertados por el sonido de gritos.

¡Ataque!

Los piratas muertos habían llegado.

Los aldeanos se levantaron de sus camas y corrieron a sus armas. Pero los piratas muertos eran demasiado rápidos. Atacaron a los aldeanos sin piedad, sus garras y dientes desgarrando la carne.

Los aldeanos lucharon valientemente, pero fueron superados en número. Uno por uno, fueron asesinados por los piratas muertos.

¡No!

Una joven mujer llamada María gritó de terror. Su padre, un anciano pescador, había sido asesinado por los piratas muertos.

María estaba sola y desamparada. No sabía qué hacer.

De repente, escuchó un ruido. Se volvió y vio a un hombre parado en la oscuridad.

El hombre era alto y musculoso, con el pelo largo y negro. Llevaba una espada en la mano.

¿Quién eres tú? preguntó María.

Soy un cazador de monstruos, respondió el hombre. He venido a detener a estos piratas muertos.

El cazador de monstruos sacó su espada y se enfrentó a los piratas muertos. Luchó con valentía, y pronto los piratas muertos comenzaron a retroceder.

¡No podemos con él! gritó uno de los piratas muertos. ¡Retirada!

Los piratas muertos huyeron, dejando a la aldea a salvo.

Gracias, dijo María al cazador de monstruos. Has salvado mi vida.

No hay de qué, dijo el cazador de monstruos. Es mi trabajo proteger a los inocentes.

El cazador de monstruos se fue, y María se quedó sola en la aldea. Pero no estaba sola por mucho tiempo.

Los aldeanos se reunieron a su alrededor, y la abrazaron.

Gracias por salvarnos, dijeron. Nunca te olvidaremos.

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